jueves, 4 de agosto de 2016

Giordano Bruno, un monje rebelde y visionario

Fue un hombre temperamental, irascible e impaciente, cuyas revolucionarias ideas sobre el universo y la religión le valieron la persecución de la Santa Inquisición, que lo procesó y lo condenó a morir en la hoguera.

Giordano Bruno nació en Nola, cerca de Nápoles en el año de 1548. Se traslada a esta última a los 15 años para ingresar en la orden de los dominicos, causando revuelo muy pronto debido a sus actos de desafío a la autoridad. Se las arregló para leer los libros del humanista holandés Erasmo, prohibidos por la Iglesia, que le mostraban que no todos los «herejes» eran ignorantes. De este modo fueron germinando en la mente de Bruno ideas enormemente atrevidas que ponían en cuestión las doctrinas filosóficas y teológicas oficiales de la Iglesia, llegando incluso a sostener que vivimos en un universo repleto de mundos donde seres semejantes a nosotros podrían rendir culto a su propio Dios.


En 1575 huye de Nápoles tras ser acusado de herejía ante la inquisición por sus discusiones con sus colegas dominicos. A partir de ese momento, Bruno se convirtió en un fugitivo que iba de una ciudad a otra con la Inquisición pisándole los talones. Tras pasar por ciudades de Italia, Francia y Suiza llega a Inglaterra donde escribe gran parte de sus obras más importantes. Durante sus viajes conoció a pensadores filósofos y poetas que se sintieron atraídos por sus ideas y se convirtieron en verdaderos amigos, al tiempo que le ayudaron en la publicación de sus obras.

Denunciado el 23 de mayo de 1592, por el noble Giovanni Mocenigo, es arrestado por la Inquisición de Venecia, que confiscó todos sus bienes y libros. Tras proporcionar una larga lista de ideas heréticas que había oído del acusado, muchas distorsionadas y otras de su propia invención, Mocenigo afirmó que el acusado se burlaba de los sacerdotes y que sostenía que los frailes eran unos asnos y que Cristo utilizaba la magia. Cuando fue interrogado, Bruno explicó que sus obras eran filosóficas y en ellas sólo sostenía que «el pensamiento debería ser libre de investigar con tal de que no dispute la autoridad divina».

En febrero de 1593 Bruno fue puesto en manos de la Inquisición Romana, en cuya cárcel pasó siete años. Cuando compareció ante el tribunal, en enero de 1599, era un hombre delgado y demacrado, pero que no había perdido un ápice de su determinación, se negó a retractarse y los inquisidores le ofrecieron cuarenta días para reflexionar que se convirtieron en nueve meses más de encarcelamiento. El 4 de febrero de 1600, ante su negativa a retractarse, Giordano Bruno fue declarado hereje y se ordenó que sus libros fueran quemados en la Plaza de San Pedro en Incluidos en el Índice de Libros Prohibidos. Tras oír la sentencia Bruno dijo: «el miedo que sentís al imponerme esta sentencia tal vez sea mayor que el que yo siento al aceptarla».

El 19 de febrero de 1600, a las cinco y media de la mañana, Bruno fue llevado al lugar de la ejecución, el Campo dei Fiore. los prisioneros eran conducidos en mula, pues muchos no podían mantenerse en pie a causa de las torturas; algunos eran previamente ejecutados para evitarles el sufrimiento de las llamas, pero Bruno no gozó de este privilegio. Para que no hablara a los espectadores le paralizaron la lengua con una brida de cuero, o quizá con un clavo. Cuando ya estaba atado al poste, un monje se inclinó y le mostró un crucifijo, pero Bruno volvió la cabeza. Las llamas consumieron su cuerpo y sus cenizas fueron arrojadas al río Tíber.

Fuente: Historia National Geographic - N° 113, Mayo 2013