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domingo, 10 de junio de 2012

Malleus Maleficarum: El Martillo de las Brujas


Malleus Maleficarum (del latín: Martillo de las Brujas), es probablemente el tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución de brujas y la histeria brujeril del Renacimiento. Es un exhaustivo libro sobre la caza de brujas, que luego de ser publicado primeramente en Alemania en 1.486, tuvo docenas de nuevas ediciones, se difundió por Europa y tuvo un profundo impacto en los juicios contra las brujas en el continente por cerca de 200 años. Esta obra es notoria por su uso en el período de la histeria por la caza de brujas que alcanzó su máxima expresión desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII.

El Malleus maleficarum, escrito probablemente en 1.486, se convirtió en el manual indispensable y la autoridad final para la Inquisición, para jueces y magistrados, para sacerdotes tanto católicos como protestantes, a lo largo de los tres siglos siguientes a su publicación, en la lucha contra la brujería en Europa. Es la primera fuente a consultar para cualquier comprensión de la historia y la naturaleza de la brujería y del satanismo.

A fines de la Edad Media se estaban produciendo cambios muy bruscos en la forma de vida en Europa; era una época en la se estaban descubriendo nuevas tierras, lo que hizo que el hombre europeo se enfrentara con culturas hasta ese momento totalmente desconocidas al pensamiento del cristianismo; además, comenzaba a despertarse la conciencia popular entre los campesinos de Alemania, quienes poseían conocimientos religiosos rudimentarios mezclados con conocimientos supersticiosos ancestrales; aparecía la imprenta, que abría la posibilidad de una gran difusión de las ideas existentes, en especial de las nuevas maneras de interpretar la palabra de Dios; existían complicados estudios pseudocientíficos para leer los astros, y se creía firmemente tanto en la astrología esotérica como en la magia. Existían muchos libros sobre magia talismánica y secretos de alquimia.

El Malleus maleficarum o Martillo de las Brujas fue compilado y escrito por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Kramer, también conocido como Heinrich Institoris, y Jacob Sprenger. Heinrich Kramer nació en Schlettstadt, ciudad de la baja Alsacia, al sudeste de Estrasburgo y a muy temprana edad ingresó en la Orden de Santo Domingo. Más tarde fue nombrado Prior de la Casa Dominica de su ciudad natal. Fue predicador general y maestro de teología sagrada. Antes de 1.474 fue designado Inquisidor para el Tirol, Salzburgo, Bohemia y Moravia.

Jacobus Sprenger nació en Basilea, ingresó como novicio en la Casa Dominica en 1452, se graduó de maestro en teología y fue designado Prior y Regente de Estudios del Convento de Colonia. En 1.480 fue designado Decano de la Facultad de Teología de la Universidad y en 1.488 fue designado Provincial de toda la provincia alemana.

El Papa Inocencio VIII colaboró en la campaña en contra de la brujería. En un decreto papal del 5 de diciembre de 1.484, la bula Summis desiderantes affectibus, reconoció la existencia de las brujas, derogando así el Canon Episcopi de 906 donde la Iglesia sostenía que creer en brujas era una herejía. En ella se menciona a Sprenger y Kramer por sus nombres (Iacobus Sprenger y Henrici Institoris) y se los conmina a combatir la brujería en el norte de Alemania. Tanto Heinrich Kramer como Jacobus Sprenger fueron nombrados inquisidores con poderes especiales por la bula papal de Inocencio VIII para que investigasen los delitos de brujería de las provincias del norte de Alemania. El Malleus Maleficarum es el resultado final y autorizado de esas investigaciones y estudios. Kramer y Sprenger presentaron el Malleus maleficarum a la Facultad de Teología de la Universidad de Colonia el 9 de mayo de 1.487. 

La influencia del Malleus maleficarum se vio incrementada por la imprenta. La fecha de 1.487 es generalmente aceptada como la fecha de publicación, aunque ediciones más tempranas de la obra pudieron haber sido producidas en 1.485 o 1.486. Entre los años 1.487 y 1.520, la obra fue publicada 13 veces. Después de unos 50 años, fue nuevamente publicada, entre 1.574 y la edición de Lyon de 1.669, un total de 16 veces. El texto llegó a ser tan popular que vendió más copias que cualquier otro, aparte de la Biblia, hasta que El Progreso del Peregrino, de John Bunyan fue publicado en 1.678. Los efectos del Malleus maleficarum se esparcieron mucho más allá de las fronteras de Alemania, causando gran impacto en Francia e Italia, y en menor grado, en Inglaterra. 

Algunos autores sostienen que el papa no podía saber lo que Kramer y Sprenger iban a decir en el Malleus maleficarum y que sólo había publicado la bula para decir que compartía su inquietud por el problema de las brujas. Sin embargo, la posición de la Iglesia con respecto a las brujas agravó la crisis de las persecuciones y le dio su cariz particular incrementando el odio hacia las mujeres además de encubrir las masacres. Las primeras grandes oleadas de caza de brujas son consencuencia directa del Malleus Maleficarum debido al gran éxito editorial que tuvo el libro. Aunque la Iglesia nunca aprobó oficialmente la caza de brujas, recién en 1.657 prohibió esas persecuciones en la bula Pro formandis. La caza de brujas fue una campaña organizada cuya fuente principal de inspiración fue, durante trescientos años, tanto para católicos como para protestantes, el Malleus maleficarum. Los cálculos de la cantidad de mujeres quemadas por brujas varían de 60 mil a cinco millones según distintos autores.

Traducciones contemporáneas de la obra incluyen una alemana del 2.000, por parte de los profesores Jerouscheck y Behringer, titulada Der Hexenhammer (la traducción de Schmidt de 1.906 es considerada muy pobre), y una en inglés (con introducción), realizada por Montague Summers en 1.928 que fue reimpresa en 1.948 y aún hoy se encuentra disponible como una reimpresión de 1.971 por Dover Publications. Una nueva traducción, completamente anotada por Christopher S. Mackay la hizo en noviembre de 2.006 la Cambridge University Press.

El libro está dividido en tres secciones, cada una de las cuales plantea preguntas específicas y se propone responderlas a través de argumentos contrarios. Hay poco material original en el libro; es más que nada una recopilación de creencias y prácticas preexistentes con abundantes partes tomadas de obras anteriores tales como Directorium Inquisitorum (1.376), de Nicolau Aymerich, o Formicarius (1.435) de Johannes Nider. 

La Parte I buscaba probar que la brujería o hechicería existe. Detalla cómo el Demonio y sus seguidores, las brujas y hechiceros, perpetran una plétora de males «con el permiso de Dios Todopoderoso». Más que explicar esto como un castigo, tal como muchas autoridades eclesiales de la época hacían, los autores de este libro proclaman que Dios permite estos actos, con tal que el Diablo no gane poder ilimitado y destruya el mundo. Parte de esta sección explica por qué las mujeres, por su supuesta naturaleza más débil e intelecto inferior, son por naturaleza más propensas a la tentación de Satán que los hombres. El propio título del libro contiene la palabra maleficarum, la forma femenina del sustantivo, y los escritores declaran (incorrectamente) que la palabra fémina (mujer) es una derivación de fe+minus, sin fe (o infiel, o desleal).

La Parte II del Malleus Maleficarum describe las formas de brujería. Esta sección detalla cómo las brujas lanzan hechizos, y cómo sus acciones pueden ser prevenidas o remediadas. Un fuerte énfasis se le da al Pacto con el Diablo y la existencia de brujas es presentada como un hecho. Muchos de las informaciones del libro de hechizos, pactos, sacrificios y cópula con el Diablo fueron obtenidos (supuestamente) de juicios inquisitoriales llevados a cabo por Sprenger y Kramer.

La Parte III detalla los métodos para detectar, enjuiciar y sentenciar o destruir brujas. La tortura en la detección de brujas es vista como algo natural; si el brujo o bruja no confesaba voluntariamente su culpa, la tortura era aplicada como un incentivo para hacerlo. Los jueces eran instruidos para engañar al acusado de ser necesario, prometiendo misericordia por la confesión. Esta sección también habla de la confianza que se puede poner en los testimonios de los testigos y la necesidad de eliminar acusaciones maliciosas, pero también sostiene que el rumor público es suficiente para llevar a la persona a juicio y que una defensa demasiado vigorosa es evidencia de que el defensor está embrujado. Hay reglas acerca de cómo prevenir que las autoridades sean embrujadas y el consuelo de que, como representantes de Dios, los investigadores están protegidos de todos los poderes de las brujas.

El actual esterotipo de la bruja como una mujer de edad mayor, que vuela en una escoba acompañada por un gato, que participa en aquelarres nocturnos adorando al diablo, que forma parte de un grupo clandestino que realiza sacrificios humanos y ritos sacrílegos y que conoce todo tipo de pociones mágicas y maleficios se remonta a la antigüedad. Los cristianos fueron acusados de realizar este tipo de actos en la época del Imperio Romano: durante el siglo II fueron acusados de celebrar reuniones clandestinas en las cuales degollaban niños y mantenían relaciones sexuales no convencionales y adoraban animales. En otras épocas fueron los judíos los acusados de practicar este tipo de aquelarres. Siempre se trataba de grupos minoritarios vistos con malos ojos por la mayoría y los gobernantes. El Malleus maleficarum fue un compendio de todas estas fantasías. Las brujas, en su mayoría mujeres, eran allí acusadas de ser responsables de todos los males de la sociedad.

El Malleus maleficarum colaboró en crear el caldo de cultivo apropiado para perseguir a miles de personas en su mayoría mujeres, brujos y brujas, hechiceras y hechiceros, curanderos y curanderas, parteras y médicas hasta el siglo XVII. Entre 1.450 y 1.750 se da la llamada caza de brujas, uno de los acontecimientos más terribles de la historia de Europa.

Tanto Kramer como Sprenger eran prolíficos escritores y parte del Malleus Maleficarum es un resumen de un exhaustivo manuscrito sobre brujería escrita por Kramer. Generalmente basado en la frase bíblica, «A los hechiceros no los dejarán con vida» (Éxodo 22:18), el libro también echa mano de obras de Aristóteles, las Sagradas Escrituras, San Agustín y Santo Tomás de Aquino para respaldarse. El sexismo y la misoginia del libro es innegable: la creencia de los autores de que las mujeres eran criaturas inferiores, más débiles y fácilmente corruptibles está enfatizada a lo largo de toda la obra.

Tomado como un todo, el Malleus Maleficarum declara que algunas cosas confesadas por las brujas, tales como transformaciones en animales, eran meras ilusiones inducidas por el Demonio para atraparlas, mientras otros actos, como por ejemplo volar, causar tormentas y destruir plantaciones, eran reales. El libro habla detalladamente sobre los actos licenciosos y promiscuos cometidos por las brujas, su habilidad de crear impotencia en los hombres e incluso da espacio a la pregunta sobre si los demonios podrían ser los padres de los hijos de las brujas. El estilo narrativo es serio y completamente falto de humor: incluso los hechos más dudosos son presentados como información confiable.

- Fuente: Wikipedia. La enciclopedia libre

sábado, 9 de junio de 2012

La Invención de la Brujería


Desde el punto de vista estrictamente epistemológico, conviene establecer en primer lugar la diferencia entre Brujería y Hechicería, términos que si bien siguen siendo empleados indistintamente a modo de sinónimos por muchos aún hoy en día (incluyendo a algunos historiadores), responden, sin embargo, a dimensiones conceptuales diferentes. La Brujería es a todas luces una construcción teológica que adquiere un carácter propio en el período tardío medieval, mientras que la Hechicería es una categoría antropológica, vertebrada sobre ritos populares de ignoto origen.

Bien es cierto que las instancias jurídicas del poder regio y eclesistínástico, enfrentadas a ambos fenómenos en los siglos XVI y XVII, no advirtieron en absoluto dicha diferencia, obnubilados por su misión de “desterrar el mal” de la sociedad, “promotores” en gran parte de aquel Zeitgeist histérico que recorrió cómo un aire pestilente y criminal sendos territorios de aquella Europa del Norte de la Edad Moderna.

Ya quedaban lejos las palabras de San Pablo que consideraba simplemente “fábulas” a todo aquel asunto de las prácticas supersticiosas sin otorgarles importancia alguna: “Rechaza las fábulas profanas y los cuentos de viejas”, escribía San Pablo a su discípulo Timoteo (1 Timoteo 4:7, Biblia de Jerusalén). La cosa quedaba clara.

Como siempre, todo cambió con San Agustín, sin duda el ideólogo y arquitecto de los fundamentos teológicos de la Brujería. Fue el primero en concebir un esquema, un prototipo cristiano de la superstición, donde establece una nítida vinculación entre superstición y demonología. Para el insigne padre de la Iglesia, todo el arsenal de creencias en horóscopos, augurios, maleficios, amuletos de toda índole y las prácticas de tratamientos médicos contrarios a la ortodoxia médica imperante en aquel tiempo era sin duda obra del Maligno y debería ser condenado como tal. Planteamiento aquel que tendrá en la época que aquí nos interesa terribles consecuencias.

No obstante, durante la Alta Edad Media, el criterio de San Agustín respecto al binomio brujería-superstición fue bastante mitigado cuando no ignorado, véase si no el Canon episcopi del siglo X. En dicho documento se recogen las creencias populares acerca del “vuelo nocturno” de mujeres siervas del diablo, pero poco más. No existen persecuciones ni quemas de brujas a gran escala enla Alta Edad Media.

Habrá que esperar a Santo Tomás de Aquino para que las ideas de San Agustín vuelvan a recobrar fuerzas y actualidad. En su Summa Theologica, el Aquinate retoma la noción de superstición de San Agustín con más profundidad y matices. Por ejemplo, distingue entre «pacto tácito» y «pacto expreso» con el demonio. El primero traduce las prácticas que incluyen desde los augurios hasta la adivinación por sueños, mientras que el segundo es un pacto directo sin más preámbulos ni sortilegios. Por supuesto, ambos pactos debían de ser castigados. Ni que decir tiene que la sutil dialéctica del doctor Angélicus tendrá una considerable influencia en generaciones posteriores de teólogos.

Sin embargo, a pesar de estos elementos teológicos que paulatinamente van a conformar el estereotipo diabólico de la bruja, y de las veleidades papales como las de Gregorio IX, que en 1.233 admite la realidad del Sabbat; y las de Juan XXII, que en 1.326 autoriza la persecución de la brujería, el “asunto” no acababa de cuajar hondo en los estamentos eclesiásticos ni modificará sustanciadamente la actitud de la Iglesia Católica en su conjunto contra las brujas.

Todo cambió a finales del siglo XV. El 9 de diciembre de 1.484, el Papa Inocencio VIII publica la bula Summis desiderantes affectibus, en la cual insiste sobre la necesidad de extirpar la brujería por todos los medios. En 1.486, Institoris y Sprenger, dos inquisidores alemanes, publican en Estrasburgo su obra el Malleus maleficarum, cuya influencia será determinante a la hora de perseguir brujos y sobre todo brujas en todo Europa.