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jueves, 19 de abril de 2012

Templarios, Francmasones y Rosacruces. Relación con el Sufismo

Existe una supuesta relación entre la Francmasonería y los Templarios, ya que esta institución se inspiró, según algunas fuentes masónicas, en órdenes templarias de antiguos caballeros, como fue concretamente la Orden del Temple. Pero, los Templarios se inspiraron a su vez en sectas iniciáticas islámicas de carácter esotérico. Hay que recordar en este punto, que la mayor parte de los alquimistas europeos, por no decir todos, pertenecían a alguna orden francmasónica o rosacruz.

Aún en nuestros días, a los occidentales nos cuesta mucho admitir que la mayor parte del conocimiento, especialmente el esotérico, nos llegó a través de contactos con el Islam.

La Masonería siempre ha estado vinculada directamente con el Templo de Salomón, de donde viene el término «Arte Real», aunque otra importante vinculación se centra en la herencia de la Orden del Temple, ya que se consideró un francmasón ilustre a Joseph de Maistres, cabeza de dicha orden.

En cuanto a la vinculación de la Masonería con los Rosacruces, existe una leyenda que habla de un viaje de Christian Rosenkreuz, el supuesto fundador de la Orden Rosacruz, a Damasco, Egipto y Fez; en la que se encuentran importantes connotaciones con la orden derviche de Abdul-Qadil el Jilani, cuyo fundador es conocido con el nombre de «Rosa de Bagdad», y donde los sufíes utilizan el término war para designar la rosa y «SLB» para dar significado a la cruz.

La leyenda de Rosenkreuz no es lo suficientemente fiable para incidir en ella como tema de referencia, pero si lo es Manú, nacido cerca de Bagdad en el año 214 d.C., sabio iraquí introducido en una secta mística y autor de varios libros en los que encontramos enseñanzas de un dualismo gnóstico y cosmológico. En sus obras habla de iniciados y de unos «elegidos iluminados»; también llamaba a Jesús «el Hijo de la Viuda», palabras de las que mas tarde se apoderaría la Francmasonería.

Sir Richard Burton, traductor de Las Mil y Una Noches, masón y sufí, es quien afirma que «[...] el sufismo es el pariente oriental de la Francmasonería»; y Robert Graves, autor de Yo Claudio, entre otras obras; detalla que «los sufíes forman una antigua Masonería espiritual cuyos orígenes nunca han podido ser averiguados ni datados.» Para Robert Graves la Masonería tuvo como origen una sociedad sufí, y fue introducida en Escocia bajo el disfraz de un gremio de artesanos a principios del siglo XIV, gracias sin duda a los Caballeros Templarios. Para los sufíes contemporáneos, los masones tomaron su nombre y esquema de la organización de la Orden Babawin o Constructores, cuyo Gran Maestro fue Hassan al Bana, en el siglo XVI en Egipto. Ya Bernard Springett --en Sectas Secretas en Siria, citando Una Historia Abreviada de los Assessinos, de Ameer Alí--, explica que «[...] los diferentes grados adoptados en la logia La Morada de la Sabiduría, en El Cairo, forman un registro de muchísimo valor en la Francmasonería. De hecho, la logia en El Cairo se convirtió en un modelo de todas las logias creadas posteriormente en la cristiandad.»

Robert Graves advierte que existe entre los masones cierta tradición relativa a un origen artesano y sarraceno, y Haydn cita a los historiadores masónicos indicando: «Se dice que arquitectos de la costa africana, de religión mahometana, lo llevaron a España hacia el siglo IX.»

Idries Shah Sayed explica que los tres instrumentos de trabajo de los masones, son tres posiciones para la oración. «Buiz» o «Boaz» y «Salomón», honrados por los masones como constructores del Templo de Salomón, no fueron súbditos israelitas, sino arquitectos sufíes de Abdel-Malik.

- Fuente: El Libro Negro del Islam, por Marcel Hassin

jueves, 29 de marzo de 2012

Lenguas Artificiales


Alfabeto Masónico
No todas las lenguas son un producto cultural, obra de generaciones de hablantes que han  intercambiado productos y se han servido de ellas en sus relaciones personales. Algunas han nacido para enmascarar la comunicación, es decir, para hacerla impermeable a las personas ajenas al grupo. No son lenguas marginales, lenguas de ghetto urbano -como el argot parisino-, o rural -como el patois de las Landas-; ni basilectos arrinconados en la depresión sociocultural; tampoco son lenguas cuya rareza y dificultad las convierte en magníficos sistemas de codificación en tiempos de guerra -el caso de las lenguas indio-americanas que usó el ejército norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial para sus comunicaciones por radio-; ni son lenguas que surgen del contacto con otras que conviven en el mismo territorio -como ha ocurrido con el hibernoinglés en Irlanda-, sin un objetivo específico. Se trata más bien de lenguas artificiales, de escasa cobertura funcional, creadas para proteger la actividad de la comunidad del oído ajeno y que con el tiempo se convierten en lenguas de una etnia o de un grupo cerrado, o bien se extinguen por falta de usuarios. El Shelta, el idioma tradicional de los «nómadas irlandeses», nació del inglés y del gaélico, fue esparcida por Estados Unidos, Canadá, Irlanda, Inglaterra, Australia y Sudáfrica, y actualmente es hablada por más de 30.000 personas itinerantes -hojalateros, gitanos-. Lo más interesante de esta lengua es su estructura combinada -sintaxis inglesa y léxico gaélico modificado por inversiones de letras (por ejemplo, kam es una metátesis del gaélico mac, hijo; gop equivale a póg, beso) o cambios vocálicos (graig por gruaig, pelo)- que denuncian una fabricación culta, acaso de la nobleza irlandesa. 

A principios del siglo XX, el autodenominado «coronel Simmons» utilizó un método similar para adaptar el inglés a las peligrosas actividades del Ku-Klux-Klan. Una manera de desfigurar la lengua fue sustituír la letra "c" por "k" para representar la consonante oclusiva velar sorda. Los diálogos recogían expresiones formulaicas compuestas con las letras iniciales de cada palabra. Así, para averiguar si una persona pertenecía a la asociación, se le preguntaba: "Ayak?" (Are You a Klansman?). La respuesta afirmativa podía ser "Akia" (A Klansman I am). La conversación seguía tal vez con una petición de contraseña o prueba documental -"Kapove"- y datos como el número de logia y reino territorio (jerárquico) - "Cygnar" (Can you give me your number and reign?) -, la correspondiente respuesta -One, Atga (Klan número uno, de Atlanta, Georgia), el saludo "Kigy" (Klansman, I Greet You) o una señal de alarma -"Sanbog" (Cuidado, se acercan extraños). Semejante intercambio verbal no podía alargarse demasiado, dada la dificultad en desarrollar un léxico suficientemente amplio para mantener sus ridículas klonversaciones. La cuota de iniciación se expresaba con la voz klectoken; la logia local se llamaba klavern, el cuerpo legislativo Klonvocation, y la comisión judicial Kloncilium.

La masonería operativa medieval recurrió al empleo de signos secretos como marca de artesano. Numerosos edificios religiosos, civiles y militares conservan en sus muros las señas de identidad de sus constructores. La masonería especulativa heredó esta tradición y todavía sigue empleando signos y expresiones crípticas en los trabajos de logia: aplomar significa "visitar a un candidato a la iniciación"; irradiar quiere decir "expulsar de la obediencia"; subida de salario equivale a "ascenso a un grado superior"; está lloviendo es una señal para advertir a un hermano de la presencia de profanos (no masones); para averiguar el nombre de la logia de un presunto masón se le pregunta: "Quién es tu abuela?", o "Quién es tu madre?". Los masones que visitan otras logias deben mostrar su pasaporte  antes de ser examinados (interrogados para comprobar su pertenencia a la fraternidad). Los masones ingleses en viajes de negocio pueden preguntar a un interlocutor desconocido: "Are you on the square?" -en alusión al suelo «arlequinado» de la logia-, para averiguar si tiene delante a un hermano que le facilite un contacto o le ayude en su trabajo. Cada uno de los 33 grados que componen el Rito Escocés posee su propio inventario de expresiones secretas y palabras sagradas, como sucede en las divisiones masónicas de Marca y Arco Real. La Francmasonería gira en torno a una trágica leyenda: El Templo de Salomón fue levantado por obreros tirios bajo la supervisión de un maestro constructor fenicio llamado Hiram Abiff, con gran experiencia en levantar templos a Astarté -diosa que los cristianos transformarían en "Reina de los Cielos" o "Estrella de los Mares"-. 

La Biblia da pocos detalles del alzamiento del Gran Templo, así que debemos aceptar la versión que nos ha llegado a partir del siglo XIX -con ligeras modificaciones- a través de la pluma del incansable viajero Gérard de Nerval, sobre los terribles sucesos que acompañaron al alzamiento de las dos columnas de bronce. Dado el ingente número de obreros que necesitaba, Hiram impuso la obligación de pasar la palabra secreta, el signo y el toque de mano de cada grado -aprendiz, compañero y maestro-, para cobrar el salario sin riesgo de que accediesen a él los intrusos. Tres villanos, sin embargo, torturaron a Hiram para obligarle a confesar el pase de maestro. Muerto éste sin haber revelado el secreto, ocultaron su cuerpo en la ladera de una montaña, cubriendo la tumba con una rama de acacia. Años después, los oficiales de Hiram, que seguían buscando a su maestro, se acercaron a aquel lugar; uno de ellos, al ascender por la ladera, tratando de asirse, tiró de la acacia y dejó el cuerpo de Hiram al descubierto. El temor a que hubiera revelado la palabra secreta del Maestro les indujo a cambiarla por la primera que se emitió durante la exhumación del cadáver. "Macbenac!", exclamó uno de ellos al tirar de la mano de Hiram y notar que se desprendía la carne del hueso. Desde entonces, Macbenac, que significa "putrefacción", o "desprendimiento de la carne", aunque en realidad se desconoce cuál pueda ser la etimología del vocablo -acaso se trate de una simple acuñación- es la palabra del Maestro, que nadie debe revelar, y la rama de acacia uno de los símbolos más hermosos de la tradición masónica.

- Fuente: Lenguas Secretas, por Emilio García Gómez