La herejía docética toma este nombre de la raíz griega doketai, que significa "parecer". Es una doctrina aparecida a finales del siglo I de la Era Cristiana, que afirmaba que Cristo no había sufrido la crucifixión, ya que su cuerpo sólo era aparente y no real. Es esta idea la que el apóstol Juan quiere desestimar cuando escribe su primera Carta Universal. Incluso el filósofo gnóstico Basílides afirmó, para explicar el traslado de la cruz, que fue Simón de Cirene y no Cristo quien la cargó.
Cristo crucificado |
La palabra Docetae, que se traduce mejor como "ilusionistas", aparece por primera vez en una carta de Serapión, obispo de Antioquía (190-203 d.C.), a la comunidad de la Iglesia Católica de Rhossos, donde habían surgido problemas acerca de la lectura pública del Evangelio Apócrifo de Pedro, puesto que Serapión consideraba que ciertos pasajes del mencionado texto contradecían las enseñanzas correctas de la Iglesia.
La herejía tiene su raíz en la influencia platónica, que afirma que son las ideas las únicas realidades y nuestro mundo es sólo un reflejo, una imagen; además, se nutría de la idea, hasta cierto punto generalizada en aquella época, de que la materia era corrupta, que el cuerpo es la cárcel del espíritu, como decían los griegos. La doctrina docética, enraizada también en el dualismo gnóstico, dividía tajantemente los conceptos de cuerpo y espíritu, atribuyendo todo lo temporal, ilusorio y corrupto al primero y todo lo eterno, real y perfecto al segundo; de ahí que sostuviera que el cuerpo de Cristo fue tan sólo una ilusión y que, de igual modo, su crucifixión no existió más que como mera apariencia. El Islam conserva también este punto de vista y sostiene que el cuerpo del profeta Isa (el nombre con que conocen a Jesucristo) sólo fue crucificado como una ilusión.
No obstante, el Docetismo no puede considerarse en absoluto como una herejía cristiana propiamente, ya que no surge en la Iglesia a partir de la incomprensión o el desconocimiento de un dogma de fe, siendo su orígen mas bien externo, a partir del principio gnóstico de antagonismo entre materia y espíritu.
Una antigua tradición identifica a Simón el Mago como como el primer gnóstico cristiano e iniciador de la llamada Herejía Docética, que renegaga acerca de la naturaleza y la persona de Cristo. Unos pocos años más tarde, surgió en Alejandría otro cristiano llamado Cerinto, quien por su parte negaba que Cristo hubiera venido en carne, y sostenía que su supuesta encarnación sólo fue aparente y no real. Ireneo, que vivió durante la segunda mitad del siglo II, hace resaltar que Juan escribió su Evangelio con el propósito específico de refutar los puntos de vista docetistas de Cerinto.
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